FGA.
La noticia de la inminente canonización de José Gregorio Hernández Cisneros y la Madre Carmen Rendiles Martínez ha resonado con una alegría profunda y un orgullo palpable en el corazón de cada venezolano.
Más allá de ser un evento religioso, se trata de un hito que trasciende barreras sociales, políticas y geográficas, erigiéndose como un poderoso faro de unidad, esperanza y los más altos valores de nuestra identidad nacional.
Venezuela, una nación que a menudo se ve reflejada en el crisol de la polarización y las dificultades, encuentra en sus primeros dos santos a figuras que representan lo mejor de su gente.
No se trata solo de un médico y una religiosa que realizaron milagros, sino de ejemplos de vida que demuestran que la santidad es alcanzable en lo cotidiano, en el ejercicio de una vocación con amor y servicio abnegado.
José Gregorio Hernández, el «Médico de los Pobres», es el arquetipo del laico creyente, del intelectual y científico que puso su vasta sabiduría al servicio de los más desfavorecidos, su vida fue un testimonio de fe, humildad y dedicación inquebrantable a la ciencia y al prójimo, su figura nos recuerda que la excelencia profesional y la caridad no son mutuamente excluyentes; al contrario, se magnifican cuando se entrelazan.
En un país que necesita urgentemente sanar sus heridas (físicas y espirituales), el ejemplo del Dr. Hernández es una invitación a la ética, el servicio y la primacía del bien común.
Por su parte, la Madre Carmen Rendiles, fundadora de la Congregación Siervas de Jesús de Venezuela, encarna la fuerza silenciosa de la fe y la vocación de servicio.
Su beatificación y pronta canonización resaltan la dignidad de la mujer venezolana y su rol fundamental en la construcción de la sociedad a través de la educación y la caridad.
A pesar de sus propias limitaciones físicas, nunca permitió que esto obstaculizara su entrega a Dios y a los demás.
Su legado nos impulsa a superar los prejuicios y las dificultades con una fe inamovible y un espíritu de entrega total.
La ceremonia de canonización no es el final de un proceso, sino la celebración de un modelo a seguir, en un momento en que el país clama por reconciliación, paz y un reencuentro nacional, estos dos nuevos santos nos ofrecen un terreno común, un espacio sagrado donde todos podemos reconocernos en sus virtudes.
La Iglesia venezolana, y toda la sociedad, tiene el desafío de llevar estos ejemplos más allá de la devoción popular.
Debemos transitar del cariño devocional al conocimiento profundo de sus vidas y obras. Sus legados —el académico, el científico, el ético y el caritativo— deben ser profundizados en universidades, escuelas, centros de salud y en cada hogar.
José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles son, en palabras de sus obispos, «el orgullo de Venezuela» y el icono de una venezolanidad basada en la honestidad, el amor y la esperanza, que su elevación a los altares sirva como un poderoso llamado a la acción para todos los venezolanos: a imitar su servicio desinteresado, a buscar la excelencia en nuestras vocaciones y, sobre todo, a trabajar incansablemente por la unidad y la sanación de nuestra amada tierra.
En medio de la alegría por esta histórica canonización, la santidad de José Gregorio y la Madre Carmen es el recordatorio más bello de que, a pesar de las adversidades, Venezuela es una tierra de gracia y de grandes santos. Depende de nosotros seguir sus pasos para convertir esta esperanza en una realidad palpable.





