Es muy difícil comprender a veces por qué en países que tienen un nivel de progreso y de estabilidad se producen protestas por descontento.
He leído trabajos al respecto, algunos con muchas aburridas y estadísticas. En días pasados, coincidí en una tertulia con Andrés Oppenheimer, una persona que admiro y respeto, no sólo por ser un intelectual excepcional, también por su sentido para interpretar el entorno, los cambios que se generan alrededor del mundo y su habilidad en transmitir su mensaje. Un lujo.
Oppenheimer en su libro “Como salir del pozo”, hace un análisis sumamente interesante, con datos reveladores: la infelicidad viene creciendo entre la gente, casi el 34% de los encuestados en una muestra representativa, están insatisfechos con sus vidas, muchos de ellos se enferman por su estado de ánimo, sólo el 20% de los encuestados están estimulados por el trabajo que hacen, el 18% se siente miserable con su trabajo, el 62% son indiferentes a lo que hacen .
El crecimiento económico de un país no es suficiente para alcanzar la felicidad de su gente, ni ser exitoso. Como bien lo señala Andrés, las revueltas populares en Chile, en Perú y en Colombia, son un ejemplo de ello. Chile tuvo un crecimiento económico durante 30 años y en el 2019 la gente salió a la calle a protestar, Perú también redujo la pobreza y creció por un par de décadas y le pasó igual; lo mismo ocurrió en Colombia. Túnez llevaba años reduciendo la pobreza y creciendo y ya sabemos la historia con la primavera árabe.
En estos momentos hay países que están incrustando el tema de la felicidad en las aulas de clases desde los preescolares. Definitivamente los países más felices son más innovadores, y son los menos corruptos.
Las democracias de hoy no dependen solo de sus votantes fidelizados, tampoco de los programas sociales, hoy medir el descontento, ubicar el foco del mismo y actuar para revertir la situación es la formula idónea para sostenerse en el mando.
Si bien una parte de la “izquierda”, ha logrado atornillarse en el poder con todo el cuento de la ideología de género, el feminismo, el aborto y las dádivas, esto es ya algo agotado que empieza a pasar factura, están en la “resaca de la borrachera”.
Como bien lo plantea Oppenheimer, hoy con la gran base de datos y la inteligencia artificial se pueden hacer políticas públicas muy concretas para satisfacer a la población.
Los políticos deben de pensarse muy en serio que para mantenerse en el poder la felicidad es una variante a considerar, además de ser ya una ciencia y no algo reservado a poetas y piratas.
Está demostrado que los optimistas son más creativos, más proactivos, productivos y felices, además viven más que los pesimistas,
En Haketia un dialecto que posee fundamentos y mezcla del castizo y los hebraísmos, utilizado por los judíos expulsados de España, hay una frase que resume este tema y dice algo así: “Quien selkeo vivió y quien Jokeo murió”, quien dejó pasar las cosas, el feliz el optimista vivió, y el que se quedó inmerso en un tema, el furioso, el pesimista , el terco murió.
@davidbittano
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